Reflexiones frente a la situación país
Han sido días de mucho dolor, una especie de desahogo social -justo y necesario- al que, como Fundación no estamos indiferentes y adherimos.
Estos días, nos hemos dado el tiempo para participar y escuchar las verdaderas demandas que subyacen detrás de la falsa idea de que un pueblo se moviliza frente a hechos concretos como fueron los ya míticos 30 pesos del alza del Metro de Santiago.
¡No! Lo que hoy vemos es un movimiento sistémico que lleva años gestándose en demandas que se han dado en múltiples niveles y dimensiones ante las cuales el y los gobiernos de turno han sido extremadamente poco sensibles y oportunos en responder.
Desde nuestra trinchera, llevamos años trabajando junto a equipos profesionales del área de protección, educación y salud, quienes en condiciones precarias y adversas se la juegan por tratar de apoyar a los niños, niñas y adolescentes de nuestro país. No es coincidencia que, este año, muchas de las actividades formativas que realizamos en Fundación Ideas para la Infancia hayan tenido los matices de esta crisis. Equipos invisibilizados en sus necesidades, frustrados con las condiciones laborales, poco contenidos en lo emocional, sobreexigidos, estresados y con la sensación de sentirse poco valorados, son algunas de las demandas que se escuchan desde nuestro territorio.
En este contexto y tal como lo haría un niño o niña que no es escuchado o visibilizado por su cuidador, el pueblo chileno explotó o -como gritan las calles hoy- despertó ante la falta de empatía, la falta de escucha y protección.
Pero esto no se trata solo de ellos o ellas sino de cada uno. Y ante esto queremos invitarlos a observar cómo esta lucha masiva a la que adherimos y apoyamos tiene tintes diversos y requiere de mucha conciencia para llegar a buen término. Llegar a cambiar profundamente este Chile tan desigual y que nos distancia los unos a los otros, nos segrega y nos desconecta; requiere en primera instancia de generar espacios de mayor conexión y participación.
Esta crisis viene a mostrarnos cuán fuertes somos cuando estamos conectados, cuán necesario es verse las caras, sentir el dolor ajeno, ponerse en el lugar de quienes han tenido menos oportunidades y preguntarnos ¿Qué hace cada uno desde su trinchera para no replicar un modelo, no solo económico sino social, en nuestros propios contextos de desarrollo, en nuestros vínculos y relaciones? Un modelo social donde la indolencia, la indiferencia y los malos tratos nos han llevado a esta desregulación emocional tan grande que sentimos.
Tenemos rabia, tenemos miedo, pero también tenemos esperanza. La esperanza se teje desde esa sensación de estar unidos y acompañados en una lucha que nos parece y es justa. Una lucha, que incluye el dolor, no lo anestesia y de este se moviliza la posibilidad de algo diferente. Tenemos esperanza de heredarles a nuestros niños y niñas un mundo de mayor equidad y donde sus derechos sean realmente garantizados sin importar de dónde vienen o dónde nacieron.
Pero necesitamos también coherencia. En tiempos de crisis, los niños y niñas también nos necesitan, y desde ahí, hacemos un llamado a cuidar la niñez. Y a desplegar todas las acciones necesarias para protegerlos.
Cuando vemos un niño o niña en una marcha, cuando existan situaciones de violencia que los implican, cuando entremos en pánico porque no sabemos lo que puede pasar, cuando veamos en la televisión información de esta tan cruda realidad, es donde los adultos tenemos el desafío de mediar, de acompañar y de cuidar.
No se trata de esconder lo que está pasando, al contrario, esta es una oportunidad para hacerlos partícipes de estas demandas, conversar y escucharlos para que entiendan conceptos tan importantes como el de justicia, derechos humanos y memoria. Pero tenemos que hacerlo a conciencia, con amor, cautela y tranquilidad. Educar, acompañar y proteger a los niños y niñas es la semilla que permitirá que los logros que esperamos tener como sociedad no se marchiten en al camino. Que la semilla de la justicia no se desvanezca, sino que crezca en una próxima generación que no repita nuestros errores, sino que siga transformando esta sociedad.
Los invitamos por un minuto en este ajetreado contexto a ponerse en los zapatos de los niños y niñas de este país y pensar: ¿Si yo estuviera en su lugar que necesitaría de los adultos que hay a mi alrededor?
Hacemos un llamado a las autoridades de este país a erradicar la violencia, la represión y la agresión, como también a condenar toda vulneración en materia de Derechos Humanos. Cada acto violento deja huellas en la biografía y memoria de nuestro país y sin duda, tendrá un impacto profundo en las nuevas generaciones.
Pedimos que como autoridades se logre ampliar la mirada, buscar nuevas formas de construir un Chile para todos más participativo, justo y democrático. Hacemos el llamado a un nuevo pacto social sumándonos a las propuestas de la sociedad civil desde de la Comunidad de Organizaciones Solidarias.