Educar a coscachos: por qué la violencia en la crianza está obsoleta
“Un cachamal no le viene mal a nadie”. En la columna de hoy, María Paz Badilla, directora de la Fundanción Ideas para la Infancia, nos explica por qué el maltrato no debe normalizarse y cuáles son sus graves riesgos.
Esta historia comienza con un padre que me señala enfático y con plena convicción: “A mí me pegaron de niño y me sirvió, si no fuera por esos golpes no sería quien soy hoy en día”. Al escucharlo inmediatamente me conecto con el niño herido que habla desde su interior, ese que sufrió el dolor de ser maltratado por sus padres en su infancia, ese que no tuvo la oportunidad de encontrar un espacio de escucha, de empatía, orientación y consuelo cuando lo necesitó.
Esto que le pasaba a este hombre, le pasa a muchos otros padres, madres y adultos. Al traer historias no reparadas de malos tratos en sus propias infancias, no logran dimensionar y elaborar el impacto que pueden tener los golpes, gritos o bien las críticas constantes hacia los niños y niñas, ya que han llegado a normalizar y/o legitimar este tipo de actos violentos y usarlos como estrategias disciplinarias al criar a sus propios hijos, llegando a repetir su propia historia.
En Chile, los índices de salud mental se encuentran en riesgo: un 17% de la población tiene cuadros depresivos y, según lo indica el cuarto estudio sobre maltrato infantil realizado por UNICEF, un 71% de los niños encuestados dan cuenta de haber sufrido algún tipo de violencia -física leve, emocional o grave- por parte de sus padres. Y no nos referimos al estigma social de niños de mayor precariedad económica, sino a pequeños de todas las clases sociales: ¡el maltrato en Chile es un tema transversal!
En El Definido hoy quisimos entender, desde la psicología, por qué el maltrato es dañino; ese que se normaliza y se vuelve una práctica en apariencia inocente, pero que puede marcar a un niño por el resto de su vida.
“¿Si yo fuera un niño o niña, cómo me gustaría que se me trataran?”
Hoy en día sabemos que a mayor legitimación de prácticas de malos tratos, hay más posibilidades de elegir usar una disciplina punitiva a la hora de criar a nuestros hijos, por lo que es necesario despertar y pensar: ¿si yo fuera un niño o niña, cómo me gustaría que se me trataran?
Sería dudoso que la respuesta fuera: a golpes o a gritos. No nos parecería normal que, al no estar de acuerdo con otra persona, esta decida darnos una cachetada o nos humille gritándonos o amenazándonos. Probablemente NO.
Entonces, ¿por qué hacer lo que no permitiríamos que nos hicieran a nosotros? Hay algo en la ecuación que no cuadra y que pone el tema de la prevención del maltrato infantil, como una urgencia y una prioridad. Si queremos una sociedad más justa, equitativa, colaborativa, con mejores índices de salud mental y con mayor calidad de vida, tenemos que invertir tiempo y energía en la promoción activa de los buenos tratos a niños y niñas.
Calentitos monitos de felpa
Para un niño, lo esperable es que quien lo cría debe cuidarlo y protegerlo garantizándole que este cuidado estará basado en el amor. De hecho, los seres humanos como especie, para sobrevivir a nuestra larga infancia, necesitamos ser amados. Venimos programados con un sistema operativo que nos lleva a buscar afecto y confianza para nutrirnos y desarrollarnos sanamente.
Fue a finales de la década de los ´50, cuando el psicólogo estadounidense Harry Harlow logró demostrar con sus experimentos la importancia que tiene el afecto y el amor para el desarrollo de la especie, el que llega a ser hasta más necesario que demandas básicas como el obtener alimento. Para realizar este experimento -el que actualmente sería imposible por razones éticas- Harlow separó a crías de monos recién nacidas de sus figuras de apego primarias, para así observar cómo se comportarían en el laboratorio frente a distintos contextos.
En las jaulas donde estaban los monitos, habían dos estímulos: el primero era una mamadera que proporcionaba alimento con una figura de un mono forjado en alambre, y el segundo, una figura peluda de felpa que asemejaba un mono, pero que no tenía alimento. ¿Cuál creen fue el estímulo que eligieron los monitos recién nacidos?
¡Sí! Prefirieron el calor del mono de peluche por sobre el obtener comida del mono de metal. Este importante estudio dio luces y ratificó lo importante que es el apego y el vínculo afectivo para el desarrollo, dándole un rol protagónico al amor en la crianza no solo de los monos, sino también de los bebes humanos.
El peligro de abrirle la puerta a los malos tratos
El gran entrampe de los malos tratos es que, para los niños que lo sufren, se produce una paradoja vital: quien debe cuidarme… me descuida y me daña. ¿Cómo le explicamos a un niño que su papá o su mamá lo quieren si se pasan el día gritándole o criticándole?
Un niño que es maltratado, aprende que el mundo en el que vive no es confiable, y pone al servicio de su propia estabilidad toda su energía psíquica, teniendo que estar más preocupado de defenderse de un entorno que se le aparece como amenazante, que de jugar, pasarlo bien y crecer, como debería hacerlo.
Los padres que tienden a generar crianzas desde estilos autoritarios, ponen el foco de la educación de los hijos sólo en la conducta, esperando como consecuencia siempre su obediencia. Tienden a tener expectativas rígidas respecto del comportamiento de sus hijos, priorizando el control y anulando la posibilidad de detenerse para preguntarse: ¿qué se esconde detrás de su comportamiento? Es decir, validar sus sentimientos.
Una buena relación entre padres e hijos -que traerá como consecuencia la tan anhelada “obediencia”- sólo se consigue cuando hay suficiente conexión, la que siempre se produce en el nivel de los sentimientos y en la validación del mundo emocional de nuestros niños. Toda conducta tiene una explicación desde nuestro mundo emocional, el problema es que como padres queremos resultados rápidos, y nos frustramos porque no hemos sido criados ni educados en una cultura pro-infancia que nos enseñe a darle una interpretación asertiva a conductas que pueden ser difíciles de manejar.
Este es un problema mayor cuando nosotros mismos fuimos educados con estilos de crianza autoritarios y creemos que este es el camino para obtener la obediencia, repitiendo el patrón de forma automática y sin conciencia. Como dice Shefali Tsabary en su libro de apoyo para padres sin control: “Los patrones de conducta que vemos en la infancia, terminan siendo la base de nuestro propio estilo parental”.
Cuando somos violentos con nuestros niños, ellos pasan a ser víctimas y en este rol, también aprenden a legitimar y usar la agresión en sus propios contextos de relaciones, ya sea con otros niños, sus parejas o bien hacia la familia, creándose un círculo vicioso a partir del que los malos tratos se heredan y se cronifican en el ciclo de vida de varias generaciones.
Rompiendo mitos: creencias obsoletas
¡Tomar Conciencia! ¡Cuestionarse! ¡Romper con la cadena! Y darnos espacio para revisar nuestra historia, tanto aquello que nos hizo bien como aquello que nos pudo causar dolor. A mayor conciencia de cómo nos relacionamos y cómo logramos identificar los patrones con los que nos criaron, hay menos posibilidades de repetir automáticamente relaciones negativas y dañinas con nuestros hijos.
Para tomar conciencia es importante desmitificar creencias obsoletas, que lo único que hacen es normalizar los malos tratos en la familia y en nuestra sociedad. ¡Vamos viendo!
1. “Lo hago por su bien, cuando grande me lo agradecerá”: Muchas de las personas que validan los malos tratos, justifican su uso pensando que tendrá un efecto positivo a largo plazo, lo que es un error y generalmente se da en forma contraria.
2. “A mí me educaron así y estoy bien”: Cuando los malos tratos se replican de forma hereditaria, se puede tender a quitarle importancia, lo que es un síntoma propio de experiencias traumáticas de la infancia.
3. “Debes hacer lo que yo digo, porque eres mi hijo y yo sé lo que es bueno para ti”: Muchas veces el maltrato aparece por la creencia de que los hijos son propiedad de los padres, dejando de verlos y reconocerlos como personas con derechos.
4. “Tú eres el culpable de que te trate así”: Otro de los argumentos que se escuchan cuando se validan prácticas de maltrato, es culpar a la víctima del acto agresivo. Es importante relevar que cuando hay malos tratos, la responsabilidad siempre es de quien agrede y la reparación también.
6. “No me sentía bien”: Nada justifica que se elija el maltrato como camino habiendo muchas otras alternativas antes que esta.
Para prevenir los malos tratos a la infancia, debemos ser TODOS actores activos en esta cruzada, buscando sensibilizar a nuestra sociedad, para darle a los niños el lugar que se merecen.